Los mitos sexuales y de pareja a menudo van de la mano. Se influyen mutuamente y, como se dice en lenguaje coloquial, “hacen la bola más grande”, con las consecuencias negativas que ello conlleva para estas personas. Hace unas semanas hablamos de unos, y ya desde hace tiempo empezamos a hablar de mitos relacionados con el sexo, ahora vamos a mencionar otros de los mitos más habituales.
1. “Las personas con algún tipo de discapacidad intelectual ni forman pareja, ni se casan ni tienen familia”: Falso. Por supuesto que pueden hacerlo. De hecho, es un aspecto vital saludable y muy recomendable para optimizar su desarrollo social y afectivo, así como su autonomía en la vida diaria. Cierto es que, en muchos casos, se necesitará ayuda de los profesionales oportunos, pero en ningún caso supone una barrera para que estas personas puedan disfrutar del derecho a tener una vida familiar plena. La verdadera barrera en este sentido es la sobreprotección existente en estos casos, así como la concepción errónea de que son “niños grandes que no van a saber desenvolverse ni valerse por sí mismos”.
2. “Las personas con discapacidad sólo se emparejan entre ellas”: Tampoco es cierto, por lo que es un mito que depende mucho del círculo social de la persona con discapacidad. Por ejemplo, en una asociación que tenga como miembros a personas con una determinada discapacidad física o psíquica. Si éstos casi no interactúan con otro colectivo, es más fácil que surjan parejas entre ellas por ser su círculo social habitual. En consulta esto lo hemos visto con personas sordas y hemos encontrado que tienden a relacionarse con personas similares. Esto, hasta cierto punto es lógico y comprensible. No obstante, ello no significa que ocurra de igual forma con otros colectivos. De hecho, con frecuencia hay parejas donde uno de los miembros posee algún tipo de discapacidad y el otro es neurotípico. Son las llamadas “parejas mixtas”.
3. “Las personas con discapacidad intelectual son siempre heterosexuales”: Es obviamente falso. Como seres sexuados sienten deseo sexual hacia sus semejantes. Ahora bien, esto no implica que necesariamente tengan que ser del sexo opuesto. Cualquier persona, tenga o no discapacidad intelectual, puede perfectamente situarse en una orientación sexual heterosexual, homosexual, bisexual, trans o lo que sea.
4. “Una relación entre una persona neurotípica y una persona con discapacidad física o psíquica implica dependencia absoluta”: También es falso. Es un error dar por hecho que una persona que posea una discapacidad física o psíquica va a depender totalmente de su pareja. Gracias a la labor de los diferentes profesionales relacionados, estas personas pueden ser independientes y llevar una vida lo más plena posible. No podemos achacar las ayudas puntuales al equivocado “me necesita para todo”.
5. “Si una pareja con discapacidad psíquica tiene hijos, la transmitirán genéticamente”: No es necesariamente cierto. Hay discapacidades que, efectivamente, tienen un factor hereditario a considerar, pero también hay otras en las que esto no se produce. La generalización en este caso es un error que puede llevar a privar a muchas personas de la ilusión de ser madres o padres.
Como se puede ver, es increíble la cantidad de ideas equivocadas que la sociedad es capaz de crear y atribuir a un colectivo determinado de personas, así como el daño que ello provoca cuando se asumen de ese modo.
Insistimos en el papel fundamental que tienen la educación sexo-afectiva y los profesionales encargados de impartirla. A través de este tipo de textos no sólo nos dirigimos a las personas con discapacidad, sino al conjunto de la sociedad en general. Puesto que todos y todas formamos parte de ella y podemos contribuir a que se viva de la mejor manera posible.
Además, es importante recordar que el derecho a la sexualidad y a la afectividad es algo inherente al ser humano. ¿Por qué no vivir y disfrutar plenamente de ello, más que estar centrándonos constantemente en nuestras diferencias? Ya sabemos que para gustos, colores
Autora: Alba Muñoz Fernández (Psicóloga y Sexóloga)
Créditos de la imagen; Maria Ciocnadi y Emedièfeme