La familia y la elección de pareja

La familia, ese núcleo de seguridad y bienestar, de acogimiento y protección, de amor incondicional y fomento del crecimiento personal…para algunos. Para otros, sin embargo, supone un espacio de conflicto, incomprensión y falta de cariño… Resulta interesante para los psicólogos ver cómo el tipo de apego permanece bastante estable a lo largo de la vida. Éste influye enormemente en el peregrinaje de búsqueda de pareja y en la forma de interacción, así como en resolución de conflictos con la misma.

El apego es la adquisición de una confianza o desconfianza básica que guía y mediatiza todas las relaciones personales posteriores a las figuras de protección, especialmente las de intimidad. Los niños y niñas construyen patrones de interacción con los demás en base a la representación segura o insegura que sus cuidadores les han configurado.

Por ejemplo, aquellas personas criadas en un ambiente hostil seguramente hayan desarrollado una baja autoestima y se vean perseguidos en su vida adulta por la idea que no merecen ser queridos (es la creencia que sus figuras de protección le han implantado y que ellas han interiorizado). Terminan creyendo que no son dignas de que alguien se enamore de ellas y terminan uniéndose a parejas inadecuadas, que saben cómo someterles y hacerles dependientes. Así, consiguen encajar en el molde creado anteriormente y reafirmar el concepto de “amor hostil” proveniente del seno familiar.

En cambio, las personas criadas en un ambiente familiar cercano, seguro y cariñoso, serán más tendientes a desarrollar más capacidad de autonomía (tolerarán mejor vivir sin pareja que los mencionados anteriormente). Como consecuencia, es probable que seleccionen mejor con quien comprometerse y, por tanto, obtener una mayor satisfacción en las relaciones de pareja.

En la sexualidad también se manifiestan estos esquemas mentales. El código de la intimidad es diferente al código social y convencional, ya que requiere un uso diferente de las miradas, del espacio interpersonal, de las caricias, de la expresión de emociones, etc. En las relaciones de apego aprendemos a mirar, a tocar, a abrazar, a comunicar, a compartir emociones y a recibirlas. Estas interacciones se producen sólo entre amantes y entre figuras de apego y niños o niñas. Si no adquirimos correctamente estos códigos en la infancia, tendremos mayores dificultades en el proceso de seducción y en las relaciones que requieren de una intimidad: tendremos dificultades para expresar emociones o conductas de proximidad y sentiremos incomodidad ante la desnudez propia y de la otra parte.

Es indudable que el ambiente familiar en el que crecemos condiciona muchos aspectos de nuestra sexualidad (tanto individual como compartida). Por ejemplo, el descubrimiento de nuestro placer puede vivirse como un hecho traumático si crecemos en un ambiente familiar con preceptos muy restrictivos respecto al sexo. Esto, traducido a la sexualidad en pareja puede generar problemas sexuales tales como una ausencia de deseo (por ejemplo, si la masturbación ha sido castigada en nuestro hogar, podemos extrapolar esta idea negativa del sexo a las relaciones de pareja y bloquear inconscientemente nuestro deseo sexual).

Los padres regulan a través de la comunicación no verbal y verbal la conducta sexual y las actitudes de los hijos e hijas en cuanto a su erotofilia (actitudes positivas hacia la sexualidad y la erótica) o erotofobia (actitudes negativas hacia el mismo). Cuando el silencio es la única respuesta ante cuestiones relacionadas con el sexo, o cuando se cambia de canal ante escenas de pasión en películas, se está transmitiendo un rechazo y una visión negativa del sexo. ¿Por qué normalizamos las escenas de lucha y sangre y no las escenas de amor entre dos personas? En el fondo todo esto forma el «imprinting», tema del cual hablaremos en otro momento.

Todo esto, hace que la manera de vivir la sexualidad de los padres y su poder de interpretación y regulación influya y determine tanto en las actitudes como en las opiniones sexuales de sus hijos e hijas. Si no se gestiona adecuadamente la herencia familiar, nuestra vida sexual puede ser un lastre y condicionar nuestras relaciones amorosas futuras.

¿Cómo ha condicionado tu familia de origen tu forma de entender las relaciones de pareja y el sexo? ¿Cómo se abordan los temas sexuales en tu entorno familiar? ¿Qué pasa cuando aparece una escena subida de tono viendo la tv con tu familia? ¿Tienes algún recuerdo negativo de tu despertar sexual?

Andrea Bello Pastor (Psicóloga y sexóloga)

Referencias bibiliográficas.

Robert Sternberg. 1988. El triángulo del amor.

Félix López Sánchez. 2003. Apego y relaciones amorosas.

Esa droga llamada amor

El amor es un arma de doble filo para la humanidad, el principal tema de poesías, cantares y escritos, la gran inspiración y motivación del ser humano, pero también es la principal causa de sufrimiento y frustración en amantes no correspondidos.

Inquietud, sudoración, palpitaciones, ansiedad, pensamientos obsesivos, conductas impulsivas, insomnio, pérdida del apetito, euforia… ¿Te resulta esto familiar? Estar enamorado es descrito por muchas personas como “encontrarse fuera de control” y esto tiene una explicación.

Recientes investigaciones sobre la neuroquímica del amor revelan que cuando nos enamoramos, el cerebro segrega unas sustancias químicas y activa determinadas zonas cerebrales comunes a las de una persona con adicción a las drogas. Las fluctuaciones en los niveles de estas sustancias químicas (implicadas también en manifestaciones psicopatológicas) combinadas con rasgos individuales de la persona, van a ser decisivos a la hora de generar una respuesta saludable y adaptativa, o todo lo contrario. Es por ello por lo que, un desengaño amoroso puede producir síntomas propios del “síndrome de abstinencia”.

En el inicio del enamoramiento, se produce un aumento en el nivel de dopamina en el conocido “circuito de recompensa del cerebro”, provocando sensaciones de euforia y motivando la búsqueda del ser amado (de ahí a querer estar 24 horas con esa persona). Al mismo tiempo, la presencia de la noradrenalina favorece la atención, aprendizaje y focalización de estímulos novedosos que, junto con el descenso de la serotonina, generan una conducta de pensamientos obsesivos (por ejemplo, recrearte continuamente en el día que pasasteis juntos). Si la relación continua, se produce un efecto muy parecido al consumo y abstinencia en una adicción (mientras más tiempo pasas con esa persona, más necesitas).

En caso de que se presenten dificultades en la relación, la dopamina y noradrenalina van a incrementar, generando con ello un aumento de conductas y pensamientos obsesivos, bloqueando la parte racional de la corteza prefrontal que dan lugar a lo socialmente conocido como “ceguera en el amor”.

Sin embargo, está comprobado que esta descarga hormonal tiene una duración limitada.  Raúl Martínez Mir, doctor en Psicología Básica, Clínica y Psicobiología del Departamento de Psicología y Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora (Unison), afirma que el enamoramiento (como estado pasional) dura entre seis y ocho meses. Otros autores como la antropóloga Helena Fisher, manifiesta una duración de dos a tres años. Esto es así debido a que nuestro cerebro recupera el equilibrio necesario y adaptativo fruto de esta “bomba química”, insostenible a largo plazo.

Una vez pasado este período, se ponen en marcha mecanismos relacionados con el apego y la vinculación afectiva gracias a la liberación de la oxitocina y vasopresina. Sin embargo, parecen existir diferencias en ambos sexos; las mujeres son más sensibles a la oxitocina, relacionada con la consolidación y mantenimiento de la relación, en cambio los hombres, lo son a la vasopresina, hormona que influye en la creación del apego emocional. Aunque, en ambos sexos se ha observado un incremento de la testosterona en la fase de enamoramiento, influyendo directamente en el deseo sexual.

Si la reciprocidad hormonal entre los enamorados no es equilibrada o correspondida a partes iguales y la relación se acaba, podemos llegar a sentir el desamor como si nos arrancaran una parte de nuestro ser. Es así que, estudios científicos demuestran que, las parejas implicadas en relaciones a largo plazo desarrollan “memorias interconectadas”, convirtiendo a cada ser en parte de un sistema del que dependen ambas. Diversos estudios han comprobado que el sistema de recompensa del cerebro durante el desamor vuelve a “dispararse” ante una respuesta inadecuada, así como sucede como con las drogas. Esta ausencia de respuesta es la que lleva al cerebro a desencadenar comportamientos impulsivos, signo de que nuestro organismo está respondiendo a los desajustes químicos de nuestro cerebro y, por tanto, empezando el proceso de superación de la ruptura.

¿Has experimentado el enamoramiento en algún momento de tu vida? ¿Puedes describir los efectos del enamoramiento? ¿Qué conductas atípicas llegaste a notar durante el enamoramiento? ¿Has hecho cosas que no harías de no ser por el enamoramiento?

Andrea Bello Pastor (Psicóloga y sexóloga)

Referencias:

Fisher, Helen (1993). Anatomy of Love – a Natural History of Mating, Marriage, and Why We Stray. Quill.

Fátima Servián Franco (2019) ¿Qué le ocurre a tu cerebro cuando te rompen el corazón? Correlatos fisiológicos del desamor.

La Exclusividad del Amor

Para la inmensa mayoría de gente, una vida feliz implica disfrutar del amor. Sin embargo, el concepto que se tiene de éste no siempre coincide entre unas personas y otras. Mientras que para algunas, el amor conlleva una serie de condiciones no negociables, la comprensión o la interpretación que del amor tienen otras tantas personas puede ser muy distinta.

Casi todas las historias de amor en la ficción suelen terminar cuando los protagonistas se unen para siempre. Como si la simple unión garantizara la concordia y la felicidad. En realidad, al inicio de las relaciones sería muy útil establecer las condiciones con las cuales cada miembro de la pareja va a sentir más alegría y tranquilidad.

En el caso de muchas parejas, algo que se suele desear es la exclusividad en la relación. Un error común, no obstante, es no hacerlo explícitamente, lo cual da pie a que se produzcan algunas infidelidades.

Es verdad que resulta muy útil negociar las condiciones de una relación de pareja desde el principio. Uno de los aspectos que debe aclararse desde el principio es si se desea una relación exclusiva y monógama o abierta. Creemos que éste es uno de los temas potencialmente más conflictivo en la relación.

Uno de los atractivos en las relaciones de pareja que a menudo seduce a una persona es la posibilidad de sentirse especial. Para un buen número de personas es ésta una de las principales motivaciones a la hora de establecer una relación de pareja. Tanto es así, que cuando en la pareja irrumpe la noticia de que hay una tercera persona, un alto porcentaje de relaciones no resiste la intromisión y se desmorona. Aunque no signifique el fin de la relación, muchas veces los problemas que se generan marcan un antes y un después en la pareja. Sus efectos pueden durar años y años.

¿Buscas la exclusividad en tu relación de pareja? ¿Consideras que es esencial la exclusividad en las relaciones de pareja? ¿Cuánta importancia concedes a la exclusividad en las relaciones de pareja? ¿Buscas sentirte especial cuando formas una relación de pareja? ¿Sueles especificar las condiciones al iniciarla? ¿Para ti es negociable la exclusividad de la relación?

Afectividad en Público

En la cultura occidental podemos ver constantes muestras de afecto en lugares públicos. La gente se mira cálidamente, se toca, se besa, se abraza… y quienes están alrededor, la mayoría de las veces las asumen como muestras de afectividad.

El tipo de reacciones de algunas personas, al ser testigos de ciertas muestras de afecto, depende mucho del lugar y el momento del suceso y, sobre todo, de cuánta posibilidad hay de evitar la situación. Es decir, no es lo mismo ver a una pareja besarse afectuosamente, por ejemplo, al encontrarse en una estación de tren, que verles pegarse un gran morreo dentro del tren en el asiento de enfrente.

A veces es posible encontrarse en situaciones bastante subidas de tono. En muchos lugares de España, basta con darse un paseo por los parques y lugares públicos de nuestra localidad un viernes o un sábado por la tarde pare encontrar a jóvenes parejas, ajenas a lo que ocurre a su alrededor. Podemos verles “dándose el lote”, como se dice aquí coloquialmente, sin apenas despertar reacciones a su alrededor.

Hay demostraciones públicas de afecto y frenesí que suelen atraer miradas, las cuales pueden ser cómplices, pero también de censura. Es verdad que la tolerancia suele ser mayor en las grandes urbes que en las ciudades o pueblos pequeños. En éstos, una efusiva demostración de afecto puede tornarse en el motivo de rumores, cotilleos, chismes, morbo y una reputación que puede resultar imposible restaurar posteriormente.

Además del lugar y del momento, está el tema de los protagonistas, es decir, las personas que realizan las demostraciones públicas de afecto. Cuando quienes lo hacen son de una edad madura, las reacciones no suelen ser tan solidarias. Y cuando se trata de dos personas del mismo sexo, hombres o mujeres, a menudo las reacciones que producen son de reprobación y pueden llegar a la violencia. En este sentido, sabemos que la sociedad va cambiando. Cada vez se exige más respeto a las mujeres y a las personas homosexuales, por ejemplo, pero aún queda mucho camino que recorrer antes de poder decir que en nuestra sociedad están superados los prejuicios de este tipo.

Hay muestras de afecto que se consideran más propias de las mujeres y no son tan fácilmente aceptables cuando quienes las realizan son varones. En nuestra cultura es poco común ver a dos hombres de la mano, o saludándose con un beso. En Rusia, en cambio, es bastante común que dos hombres se besen en la boca… Es importante recordar que cada cultura tiene una tradición en cuanto a este tipo de costumbres y algunas muestras de afecto pueden considerarse, según qué cultura, no sólo inadecuadas sino delictivas.

¿Te resulta fácil expresar tu afecto en público? ¿Qué muestras de afecto son más tolerables y cuáles no? ¿Te has sentido incómodo al ser testigo de ciertas muestras de afecto? ¿Tienes alguna experiencia curiosa por ser diferente a tu cultura?

El amor romántico

En nuestra sociedad, actualmente, recibimos continuos mensajes ―directos, indirectos, subliminales… que nos indican que sólo se puede ser feliz si se tiene pareja y un amor romántico. Todo aquello que nos aparta o nos aleja de dicho modelo es considerado a menudo como una desgracia. Eso supone una gran presión para muchos y la consolidación del mito romántico en nuestra sociedad.

Recibimos este tipo de mensaje mañana, tarde y noche. La música se ha inspirado en un sinfín de ocasiones tanto en el amor, como en el desamor. Cuando un músico se enamora le canta al éxtasis que produce estar enamorado de alguien. Asimismo, cuando llega el desamor, éste produce un contacto con el dolor que, para sacarlo del pecho y de la mente, se le canta y de esa forma se relamen las heridas, También, en el cine y en la televisión vemos multitud de historias acerca de las peripecias que tiene que superar dos personas para conseguir una unión romántica. La mayoría de los relatos se centran en los obstáculos que se les presentan y en cómo, a pesar de todo, la relación sigue adelante. Al final, normalmente, logran la ansiada unión. Una vez que esto ocurre, el guión cumple su cometido, la historia llega a su fin y nos indican que los miembros de la pareja en cuestión vivieron felices para siempre ―y comieron perdices―.

Desde pequeños recibimos este mensaje al conocer los muchos cuentos infantiles que probablemente nos leyeron antes de acostarnos. También con todas esas películas de Walt Disney, estereotipadamente románticas y creando falsas expectativas. ¿Qué efecto puede tener esto en la psique de la persona? Esto contribuye a que el sujeto cree unos modelos a seguir en su cabeza que le indican que para ser feliz se tiene que ser heterosexual, monógamo y contar con una pareja romántica. Se trata de un modelo sumamente tradicional.

El efecto es fuerte y profundo. Para la mayoría de las personas, concebir una vida a solas ―sin la oportunidad de explorar y vivir el amor romántico― supone una gran desgracia. Y la persona que lo desea y no lo ha tenido puede sufrir sobremanera. Se ansía estar en pareja y poder gozar de toda esa felicidad que supuestamente trae consigo el amor romántico y seguir el modelo heteronormativo.

No tenemos nada contra el amor romántico, ni estamos en contra de la pareja. Lo fundamental, ciertamente, es saber disfrutar de la vida, ya sea a solas o en pareja. Si nos preocupamos por mantener un estado sano y positivo, y si algún día nos llega “el amor”, tendremos más que ofrecer y estaremos en mejor posición para recibir. Lo mejor es que si no llega ―o si ni siquiera nos preocupamos por buscarlo― podremos sentirnos satisfechos igualmente.

Es muy grato ver como los estereotipos son cuestionados y el cine presenta nuevos desafíos en los que se muestra un abanico más amplio de posibilidades más allá de los modelos ofrecidos por el dictámen heteronormativo

¿Cuál es tu postura ante el amor romántico? ¿Se puede ser feliz sin pareja? ¿Se puede ser feliz en pareja? ¿Tener pareja es una garantía de felicidad? ¿Te identificas con el modelo ofrecido por la heteronormativa?