Y si hablamos de masturbación

Es martes y María llega a casa a las 18h. Deja la compra encima del banco de la cocina, se quita el abrigo y lo deja sobre la silla. Entonces se da cuenta de que tiene ganas de ir al al baño. Al entrar a casa va muy despistada y no se percata de que la habitación de Carlos ‒su hijo de 15 años‒ está abierta y con la luz encendida. Es un suceso poco corriente, ya que Carlos es un gran jugador de los videojuegos y se pasa horas encerrado en el cuarto, al grado de que puede que no notes ni su presencia. Al acercarse al baño, María nota que la puerta está cerrada y, sin pensar, abre de golpe y encuentra a Carlos sentado en la taza del váter, con el móvil en la mano izquierda y el pene erecto en la derecha. María se queda mirándolo con cara de susto, mientras Carlos le gritaba que se largase del cuarto de baño.

María está preocupada, ya que piensa que masturbarse es algo malo en vez de apreciar que su hijo, como adolescente, empieza a descubrir su cuerpo y su sexualidad.

La masturbación es el acto de darse placer a uno mismo. Sin embargo, el concepto de placer es el que puede darnos problemas. El placer no es nada más y nada menos que la sensación de satisfacción y gozo por hacer algo que nos gusta. Es tan simple como asumir que tenemos experiencias placenteras siempre que nos guste lo que estamos haciendo. Así, la masturbación implica satisfacción, disfrute y deseo hacia uno mismo. Por lo tanto, no solo el masturbarse nos dará placer a nivel genital, pero también es una forma de explorar el cuerpo entero y las sensaciones que éste puede darnos.

De hecho, uno de los grandes inconvenientes de cómo se concibe aún la masturbación, sobre todo en el caso de los chicos, es el tiempo que utilizan para darse placer. Lo común es querer tener una excitación rápida, para así tener un orgasmo veloz y evitar que nos “pillen con las manos en la masa”. La adolescencia es el periodo donde, si no aportamos intimidad a los adolescentes, creamos hábitos que fomentan la rapidez. Creamos un tabú en torno a la masturbación, ya que se entiende que debe hacerse siempre a escondidas y sin que nadie lo sepa. Muchas veces la negación de la masturbación ‒o la creencia negativista de las religiones‒ es un buen ejemplo de aspectos que van a influir en esa futura sexualidad. Con velocidad se convierte en el caldo de cultivo de la eyaculación precoz.

Según Sanz, F. & Sau, V. (1997), en el caso de las mujeres, durante su proceso evolutivo socialmente se les reprime el encuentro con sus genitales. Si se refuerza ese “no-contacto” con valoraciones positivas de su rol de mujer: la feminidad entendida como “no-deseo sexual y el desarrollo de otras áreas más espirituales de la personalidad”. No obstante, a medida que se desarrolla un mapa erótico se producen interconexiones corporales que permiten sentir los genitales a través de la estimulación de cualquier parte del cuerpo, y sobre todo cuando existe deseo erótico. El desconocimiento vaginal está en el mundo de las niñas y cuesta trabajo encontrar una terminología para denominarla en palabras populares. Además, las mujeres han relacionado inconscientemente la genitalidad con la relación de poder del varón. Se han recibido mensajes de otras mujeres e incluso de hombres ‒personas que parecían entender sobre la materia‒, tales como: “que no se aprovechen de ti”, “todos los hombres quieren lo mismo”, “cuando sacan lo que quieren te dejan”, “los hombres buscan a chicas alegres para divertirse y a serias para mantener una relación estable”, “¡Hazte valer!” … Es decir, estos mensajes les transmiten a las niñas que, si se permiten a sí mismas tener relaciones sexuales o masturbarse, las tacharan de mujeres fáciles, las van a despreciar e incluso las van a abandonar afectivamente. Así, el mensaje de si se tiene la “vagina abierta” o “cerrada” adquiere también simbolismo de poder como contrapartida al poder del varón.

A diferencia de los hombres, que precisan de un tiempo de recuperación para poder volver a tener una erección fuerte, las mujeres somos multiorgásmicas. Es decir, que con práctica y autoconocimiento del propio cuerpo, podemos llegar a darnos tanto placer sexual como queramos. Cuanto más te explores, cuanto más experimentada seas, cuanto más te conozcas, cuanto más placer sepas darte a ti misma, conseguirás tener una satisfacción mucho mayor en las relaciones sexuales… Tendrás unos niveles de estrés menores, ayuda con los dolores menstruales,  así como a mantener una buena salud.

De hecho, en las mujeres se recomienda tener cuantos más orgasmos al día mejor, pues las mujeres a diferencia de los hombres, funcionamos de diferente forma. A más vida sexual tengamos las mujeres, mayores deseos aparecerán también, luego entonces es beneficioso para el deseo sexual.

Para aquellas mujeres que quieran empezar a disfrutar de la sexualidad en su vida, dejamos a continuación un ejercicio muy útil que nos sirve como inicio del autoconocimiento sexual:

  • En primer lugar, desnúdate, coge un espejo y colócalo entre tus piernas. Puedes colocarlo en el suelo y colocarte encima de él de cuclillas o acomodarte en una silla o cama para verlo más de cerca y aprender cuáles y cómo son tus genitales.

Dejamos por aquí una imagen que ayuda a encontrar cada parte de tus genitales. Recuerda, cada persona tiene sus genitales, los cuales son únicos y diferentes al del resto, pero todos tenemos los mismos órganos sexuales.

Y tú, ¿te masturbas? ¿Te das tiempo para darte placer? ¿Conoces tus deseos y necesidades sexuales? ¿Te permites darte tiempo para conocerte?

Autora: Lucía Muñoz Soler (Psicóloga y sexóloga)

Referencias:

Sanz, F., & Sau, V. (1997). Psicoerotismo femenino y masculino: Para unas relaciones placenteras, autónomas y justas. Kairós.

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