Problemas derivados de la Homofobia

Para poder entender el verdadero sufrimiento que hoy en día siguen padeciendo muchas personas pertenecientes al colectivo LGTBIQ+, debemos empezar sabiendo que la revuelta del colectivo tiene sus inicios gracias a los disturbios provocados en Stonewall en el año 1969. Sin embargo, hasta el año 1990, la homosexualidad seguía apareciendo como enfermedad en las listas publicadas por La Organización Mundial de la Salud (OMS). 30 años de lucha continua por unos derechos y libertades que deberíamos tener todo ser humano.

A pesar de los años que han pasado, las investigaciones y el desarrollo avanzado de las sociedades; los prejuicios, la presunción de heterosexualidad y la violencia ejercida por grupos discriminativos siguen jugando un papel de gran peso en la sexualidad de muchos adolescentes de hoy en día. Este estigma social lleva consigo un arma de doble filo, ya que en el caso de que estos prejuicios, o incluso cierta violencia, esté presente dentro del ámbito familiar, podríamos encontrar problemas añadidos al desarrollo natural del adolescente.

Según la Asociación Americana de Psicología (APA), la homosexualidad no es una enfermedad. De hecho, la idea de que la homosexualidad o la atracción u orientación hacia el mismo sexo entre adolescentes es, de alguna forma, anormal o mentalmente poco saludable no tiene apoyos suficientes de ninguna organización profesional de la salud y/o salud mental convencional.

A pesar del consenso general entre profesionales de la salud, las consecuencias debidas al rechazo de los adolescentes LGTBIQ+ por parte de sus familias son muy graves. Por ejemplo, según un estudio realizado por la Dr. Caitling Ryan (Pediatrics, 2009), se puede afirmar que los adolescentes homosexuales y transgénero que fueron fuertemente rechazados por sus familias corrían un alto riesgo de tener problemas de salud física o mental al llegar a ser jóvenes adultos (entre 21 y 25 años). Además, los jóvenes que experimentaron un fuerte rechazo tenían:

  • Una probabilidad 8 veces mayor de haber intentado suicidarse.
  • Una probabilidad casi 6 veces mayor de presentar altos niveles de depresión.
  • Una probabilidad 3 veces mayor de consumir drogas.
  • Una probabilidad 3 veces mayor de correr un alto riesgo de infectarse por el VIH y de contraer enfermedades de transmisión sexual

Todo esto en comparación con los jóvenes homosexuales y transgénero que no habían sufrido rechazo alguno ‒o cuyo rechazo por sus familias había sido leve‒ debido a su identidad homosexual o transgénero.

Luego, lo que de verdad es una enfermedad para la salud mental de cualquier persona es la homofobia. Ésta es la causante de una buena parte de los males reales que padecen a diario las personas pertenecientes al colectivo LGTBIQ+.

Y tú, ¿has padecido experiencias de homofobia? ¿Sigues pensando que no existe la homofobia? ¿Te has sentido acosado alguna vez? ¿Tienes amigos, familiares o conocidos que hayan pasado por alguna circunstancia parecida? ¿Cómo te sientes al pensar en las condiciones de vida de las personas LGTBIQ+?

Referencias:

  • Cocciarini, N. (28). 28 de Junio de 1969: Disturbios De Stonewall. Uni (+ di) versidad. Publicación del programa universitario de diversidad sexual, Rosario: Universidad Nacional del Rosario. Consultado el, 15.
  • Ryan, C. (2013). Generating a revolution in prevention, wellness, and care for LGBT children and youth. Temp. Pol. & Civ. Rts. L. Rev., 23, 331.

Autora: Lucía Muñoz Soler (Psicóloga y Sexóloga)

El problema de querer llegar virgen al matrimonio

Uno de los mitos más perniciosos de la sociedad es el que subraya la necesidad de que la mujer se mantenga virgen hasta el matrimonio. La virginidad de la mujer ha estado provista de un misterio sin igual. Ha sido la causa de mitos y leyendas. Asimismo, ha producido un sinfín de víctimas y atrocidades en la historia de la humanidad.

¡Cuánto peso ha tenido en nuestra cultura la pretensión de que la mujer llegara virgen al matrimonio, llueva, truene o relampaguee! Conscientes de que vivimos al final de la segunda década del siglo XXI, nos abruma descubrir que todavía puede ser un tema de interés. En los años 70 se oía aquello de “la virginidad es una enfermedad, ¡vacúnate!”.

Por otra parte, desde el 2006 se oferta cirugía reconstructiva del himen.  Por lo visto, las usuarias de la cirugía son mujeres que sienten —que se ven presionadas— para establecer un matrimonio basado en este condicionamiento ancestral. Parece mentira que todavía haya gente que le dé tanta importancia y esté pendiente de dicha membrana. Es otra forma más que se usa para controlar a la mujer. Y se sigue consiguiendo con algunas que, desde nuestra perspectiva, sobredimensionan la importancia de llegar vírgenes al matrimonio. Desde una perspectiva sexológica nos parece innecesario y hasta un error.

Sin lugar a dudas, la virginidad es sobre todo un concepto. Resulta necesario que a estas alturas de la historia se revise en su totalidad. Es un concepto tan cargado de ideas y creencias erróneas, juicios morales de valor, prejuicios y malentendidos, que todo lo que comentemos al respecto se quedará corto.

Por otro lado, si partimos de la base de que para muchas personas la virginidad equivale a un himen intacto: ¡hecha la ley, hecha la trampa! Un humen intacto en muchos casos es algo más teórico que práctico. Recordemos que hay mujeres que, según tal concepto, nunca han sido vírgenes. La razón de ello es que han nacido sin himen, o con un himen incipiente o muy amplio. Es decir, un himen muy delgado o muy abierto, casi imperceptible.

Cada vez nos llegan más testimonios de mujeres que no han sangrado su primera vez. Si la mujer está relajada y asocia la penetración con algo positivo; si su cuerpo está preparado por un adecuado preámbulo afectivo-sexual, seguramente habrá una buena lubricación y la dilatación vaginal necesaria. Entonces se puede dar el caso de que la mujer no sangre o sangre muy poco por la penetración.

No queremos terminar sin decir que muchas veces ideas como la de llegar virgen al matrimonio son las que consiguen lo contrario y “con premio”. El creer que es posible ignorar la pasión que en ocasiones se puede producir en una pareja normal y corriente. Si una persona se está reprimiendo, es más probable que en cierto momento sea incapaz de detener la pasión porque no lleva un preservativo o porque se quiere llegar virgen o casto al matrimonio.

Para quienes deseen participar en un debate, aquí las dejamos: ¿Si eres mujer, ¿sangraste en tu primer coito? ¿Tu himen era perceptible? ¿Te harías una vaginoplastia −cirugía del himen−? ¿Qué opinas de que no se presione al hombre para mantenerse casto antes del matrimonio?

 

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¿Por qué los jóvenes optan por el sexo sin protección?

Según los resultados arrojados por un reciente estudio publicado en el Journal of Sex Research (prestigiosa revista científica de sexología), un porcentaje importante de jóvenes adultos participan en relaciones sexuales sin protección. Esto suele ocurrir cuando sienten el deseo de establecer una relación sentimental duradera, a pesar de ser conscientes de los distintos riesgos asociados con ello.

De acuerdo con los investigadores, es éste el primer estudio con el objeto de comparar directamente cómo hombres heterosexuales, mujeres heterosexuales, y hombres que tiene sexo con otros hombres (HSH) difieren en su forma de decidir si usar condón o no con una nueva pareja.

Los hallazgos pueden ayudar a explicar el por qué algunos jóvenes realizan sexo sin protección, aun cuando son conscientes del riesgo de las infecciones de transmisión sexual, el VIH, el cáncer cervical y los embarazos no planeados.

Para explorar el aspecto de riesgo, los investigadores estudiaron cómo los hombres heterosexuales (157 participantes), mujeres heterosexuales (177) y HSH (106) de edades entre los 18 y los 25 años, reclutados a través del sistema Amazon’s Mechanical Turk y una universidad en Canadá, toma decisiones acerca del uso de condones.

Se presentó a los participantes una viñeta describiendo un encuentro con una hipotética nueva pareja sexual o romántica y se les pidió que evaluaran sus actitudes y la probabilidad de escoger planes de acción, así como la motivación de su relación.

Los resultados mostraron que todos estos tres grupos tenían una preferencia por negociar diferentes estrategias con respecto al condón. Los hombres heterosexuales tendieron a escoger estrategias más pasivas (y fueron los más proclives a acordar tener sexo sin condón). Las mujeres heterosexuales tendieron a optar por estrategias más asertivas (como mantener el condón). Los HSH tendieron a alcanzar un equilibrio, escogiendo más estrategias verbales que los hombres heterosexuales, pero optaron por estrategias que no implicaban confrontación.

Los hallazgos pueden explicar algunos de los motivos y razones que influyen en las conductas de riesgo. Por ejemplo, el estudio sugiere que las mujeres heterosexuales pueden mostrar más propensión a asumir riesgos cuando tienen relaciones más estables y perciben que su pareja tiene un mayor potencial para una relación.

“Comprender qué factores dificultan reconocer los riesgos durante un encuentro sexual, tales como el deseo de una relación romántica duradera y una pareja hacia quien se siente familiaridad, pueden conducir a una mejor prevención.

Llama particularmente la atención que las mujeres tenían unas menores expectativas de que su pareja estaría interesada en ponerse preservativo, lo cual resalta el reto que las mujeres heterosexuales esperan que les va a suponer la negociación del uso del condón”, de acuerdo a Shayna Skakoon-Sparling, la jefa investigadora del estudio.

El equipo de investigadores concluyó que los hallazgos tienen importantes implicaciones para las políticas y la prevención, y debe implicar la creación de más intervenciones y programas de educación en pos de la salud sexual. Señalaron que la investigación fue un estudio observacional, así que no se pueden derivar conclusiones firmes del tipo “causa y efecto”.

Los autores señalaron una serie de limitaciones en el estudio entre las que no estaban incluidas mujeres que tenían sexo con mujeres, ni ningún otro grupo, cuya orientación sexual era minoritaria y que podían limitar la generalización de los hallazgos. Además, añadieron que un escenario hipotético puede que no invoque la misma respuesta emocional o que no refleje conductas propias de la vida real.

 

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