Inseguridades, celos, control, posesión… ¿Se trata de síntomas propios del amor pasional o de una incipiente relación obsesiva? Cruzar esta línea tan fina es más sencillo y común de lo que se cree.
John D. Moore, psicólogo y escritor del libro “Confundir el amor con obsesión”, habla de la existencia de la “rueda de la obsesión” en una relación de pareja, donde la obsesión es comparada con un ciclo de cuatro fases: atracción, preocupación, obsesión y destrucción. La atracción y adicción desmesurada del principio por la persona dependiente la inunda mucho antes de formalizar la relación. Con el tiempo, la preocupación constante al abandono termina en una pérdida total del control como resultado de una ansiedad extrema. Finalmente, la fase destructiva, representada como el final de la relación, suele ser la más peligrosa de todas ya que la persona se sumerge en una espiral de depresiones al sentirse rechazada.
En consulta, podemos ver que, en la mayoría de las ocasiones, no es el sentimiento amoroso el que mueve a preservar el vínculo por parte de la persona dejada. Más bien, el amor pasa a un segundo plano y entran en juego la dependencia y el apego inseguro, siendo característico de personas con baja tolerancia a la frustración.
Bajo el disfraz del amor romántico, la persona apegada sufre una despersonalización donde la dependencia y el miedo al abandono se anexan en la persona “amada”. Detrás de todo apego inseguro hay miedo e incapacidad. Por ejemplo, “si soy incapaz de vivir sin mi pareja, tendré miedo a quedarme solo y me apegaré de manera obsesiva e irracional a ella”.
Paradójicamente, no sentimos miedo a la soledad, sino a que nadie elija estar con nosotros. Fruto de este pensamiento, hace que tendamos a aferrarnos a la primera persona que llama a nuestra puerta, pensando “con él/ella ya no estaré solo… aguantaré lo que sea con tal de que no me deje”. Sin embargo, la soledad puede ser nuestro mejor aliado en muchos momentos, ya que nos invita al autocuidado personal y a la reflexión para preguntarnos sobre qué es lo que verdaderamente queremos. Sólo así, conseguiremos tomar conciencia de lo que realmente buscamos en una relación, evitando caer en obsesiones.
Muchos enamorados no decodifican lo que su pareja siente o piensa, lo ignoran como si no existiera. Cuando su “media naranja” les dice “ya no te quiero, lo siento” le produce angustia y su baja tolerancia a la frustración se manifiesta solo de manera autorreferencial en: “¡Pero yo sí te quiero!”, como si el hecho de querer a alguien fuera motivo suficiente para ser correspondido.
La dependencia emocional es un componente más del cuadro de amor obsesivo; “cuando una persona necesita estar permanentemente conectada a otra para sentirse completa, quiere decir que emocionalmente es dependiente” explica el doctor Moore. Intentar actuar en base a las preferencias de la pareja por miedo al abandono, así como estar en constante alerta en torno a la relación, son claras señales de que estamos perdiéndonos a nosotros mismos.
Los malos perdedores en el amor son una auténtica bomba de relojería. Las estrategias de recuperación se ponen en marcha sin límites ni consideraciones: “Todo es válido si consigo que vuelva a mi lado”: el fin justifica los medios en estas personas.
El colmo de los amores obsesivos se da cuando las dos personas contribuyen a crear una relación dependiente y obsesiva. En estos casos, ninguna de las dos partes es capaz de terminar la relación, creando una espiral patológica y destructiva que se extrapola a todas las esferas de la vida de los individuos.
¿Crees que puede haber amor cuando hay un alto grado de obsesión? ¿Es compatible el amor con la obsesión? ¿Has conocido a algún amor obsesivo? ¿Te ha tocado vivirlo a ti? ¿Cuál es tu experiencia al respecto? ¿Qué se puede hacer ante un amor obsesivo?
Autora: Andrea Bello Pastor (Psicóloga y sexóloga)
Referencias bibliográficas:
John D. Moore, 2007. “Confundir el amor con obsesión”.
Riso Walter, 2014. “Amar o depender”
Yaiza Saiz, 2014. “No es amor, es obsesión”