A mediados del siglo XX, la concepción patológica de la homosexualidad se mantuvo merced a un grupo de nuevos psicoanalistas. Su visión tuvo un fuerte impacto durante un tiempo.
Consecuentemente, cuando la APA publicó su primer manual diagnóstico ‒DSM‒ en 1952, éste clasificaba la homosexualidad como una “perturbación sociopática de la personalidad” y ‒en su segunda edición‒ como una “desviación sexual”.
Mientras los psiquiatras, médicos y psicólogos trataban de curar la homosexualidad, los investigadores sexológicos de mediados del siglo XX estudiaron a un grupo de individuos de un espectro más amplio, que no incluyese exclusivamente a sujetos de investigación que ya eran pacientes.
La investigación más importante en este respecto fue la liderada por el brillante Alfred Kinsey ‒te recomendamos la película sobre él‒. En los famosos Informes Kinsey, en los que se encuestó a miles de personas que no eran pacientes psiquiátricos, se encontró que la homosexualidad era mucho más común de lo que se pensaba, aproximadamente un 10% ‒aunque ahora se cree que está entre un 1% y 4%‒. Los estudios de Ford y Beach sobre comportamientos en diversas culturas y animales también ayudaron a refutar la idea de la comunidad psiquiátrica de que la homosexualidad era poco común y de que no se encontraba regularmente en la naturaleza. Finalmente, el estudio de Evelyn Hooker, en el que comparaba resultados en tests de 30 hombres gays y 30 hombres heterosexuales, refutó la creencia psiquiátrica de que los hombres gays presentaban perturbaciones mentales severas.
La psiquiatría americana mayormente ignoró la creciente cantidad de investigación sobre sexo e incluso mostró extrema hostilidad hacia los resultados que contradijesen sus propias teorías. Varios factores tanto dentro como fuera de la American Psychology Association ‒APA‒ colaboraron en la reconceptualización de la homosexualidad en el DSM: la investigación, el creciente movimiento anti psiquiátrico, el activismo gay y los cambios generacionales en la composición de la APA y del psicoanálisis, entre otros.
Las protestas consiguieron captar la atención de la APA, la cual comenzó a mobilizarse internamente con paneles educativos y discusión. Esta discusión tuvo su punto álgido en la reunión anual de la APA de 1973 en la que se llevó a cabo un debate sobre si la homosexualidad debía permanecer en la nomenclatura de la APA. Este debate dio paso también a una discusión sobre lo que se consideraba un trastorno mental. Robert Spitzer, que lideraba un subcomité que investigaba este tema, revisó las características de los trastornos mentales. Él se dio cuenta de que, exceptuando la homosexualidad y algunas de las otras “desviaciones sexuales”, todos causaban un malestar subjetivo significativo, o estaban asociados con un alguna deficiencia en el funcionamiento social. De este modo, al llegar a esta nueva definición de trastorno mental, el comité acordó que la homosexualidad no era uno. Finalmente, tras una votación en diciembre de 1973, se eliminó la homosexualidad del DSM.
Este proceso, aún tan reciente, nos muestra cómo la comunidad científica debe revisar constantemente sus ideas y jamás estancarse. Ahora mismo la disforia de género y los temas sobre personas trans está pasando por el mismo proceso, y de nuevo debemos velar por no caer en el sobrediagnóstico y ser conscientes del impacto del estigma que la categoría de trastorno mental tiene en la vida de muchas personas.
Autor: Jorge Valero Sarmiento (Psicólogo)
Créditos de la imagen; Maria Ciocnadi y Emedièfeme
Referencias:Drescher J. (2015). Out of DSM: Depathologizing Homosexuality. Behavioral sciences (Basel, Switzerland), 5(4), 565–575. https://doi.org/10.3390/bs5040565